En el valle de Iruelas, en las
primeras estribaciones de la Sierra de Gredos y dentro de la provincia de Avila
nos encontramos con el pueblo del Tiemblo que posee en su término municipal un
hermoso castañar, conocido como Castañar del Tiemblo.
Pasear por el castañar, en
cualquier época del año, es un lujo que se debe cuidar y disfrutar, pero es en
los meses de otoño cuando nos encontremos con todo el encanto de este bosque…..y
también con la mayor afluencia de gente de todo tipo y condición, esta ruta es
ideal para disfrutar de la naturaleza con niños, dado la poca dificultad para
recorrerlo.
Previo pago de una controvertida
tasa municipal por vehículo y ocupante, el acceso desde el pueblo del Tiemblo
se hace por una pista forestal entre pinos, en nuestro recorrido no será
extraño encontrarnos con las curiosas ardillas o el asustadizo corzo.
Llegaremos a un pequeño parking donde dejar el vehículo para iniciar la ruta
por este viejo castañar, el sendero, bien delimitado por las marcas blancas y
amarillas, típicas de los “pequeños recorridos” lo encontraremos alfombrado con
las características hojas dentadas y los erizos que cubren las castañas.
Pronto llegaremos a un refugio tosco
en su exteriro y con una decoración en su interior que asombrará a los más
pequeños, a 100 metros del mismo nos encontraremos con el Abuelo, emblema del
castañar, con una edad estimada de 525 años, y sus 19m de altura y otro tanto
de perímetro, ha servido de refugio a los pastores de la zona que buscaban
guarecerse de las inclemencias del tiempo en su hueco tronco, dándole un
aspecto fantasmagórico, como salido de cuento de bosque encantado, aun se puede
apreciar en las paredes del árbol las huellas del humo de las hogueras que
hacían los pastores para calentarse; todas las primaveras sus vástagos rebrotan
a su alrededor como queriendo proteger al patriarca.
Siguiendo con el paseo el camino
nos lleva a la pradera de la Yedra, con sus pastos verdes, la fuente de piedra
en donde saciar la sed en meses más calurosos y como toda pradera que se precie
el arroyo que lo alimenta y que desembocará en el Alberche, la panorámica de
las laderas de castaños, acebos, serbales, pinos y robles de la vertiente sur
del macizo de Gredos será el colofón a este bello rincón.
Tras la pradera el camino inicia
un leve ascenso para adentrarnos nuevamente en el castañar, es ahora cuando nos
toparemos con los mejores ejemplares de castaños, árboles centenarios de
gruesos troncos y amplias copas, dando cobijo a conejos, zorros, jabalís y
corzos en tierra y protección a buitres, águilas, milanos y una gran variedad
de pajarillos; destacar que setenta parejas del gran buitre negro, en grave
peligro de extinción, tiene aquí su zona de reproducción.
El principal problema de este castañar es la masiva afluencia de público, sobre todo en los meses otoñales, si bien la cantidad de gente no sea quizá el mayor problema pero sí el comportamiento de unos pocos, desperdicios abandonados en el bosque (no puedo entender como hay personas que nos dejen su basura en el monte, con lo fácil que es llevársela en una bolsa y tirarla en los contenedores para este fin situados en el aparcamiento al final de la ruta), también se puede ver a gente con sacos de castañas que después tendrán que tirar pues, al ser castaños silvestres los que predominan en el bosque, el sabor de las castañas será amargo, sin olvidarnos de la recolección de setas típica de estas fechas, no es extraño ver en nuestro paseo un buen número de setas rotas o pisadas. Será responsabilidad del visitante que estos pequeños paraísos naturales puedan ser disfrutados por todos en un futuro.
Tras dar buena cuenta de unas
patatas revolconas aderezadas con abundante ajo y pimentón rematadas con unos torreznos
y regadas con vino de pitarra casero en alguno de los muchos restaurantes del
Tiemblo, no podemos dejar de visitar los cercanos Toros de Guisando, lugar
donde se firmó el Tratado conocido como de los “Toros de Guisando” en el siglo XV por el que el Rey de Castilla,
Enrique IV reconocía a su hermana Isabel I de Castilla como Princesa de Asturias y con ello heredera
al trono, la futura Reina Isabel la Católica.
Estas cuatro esculturas,
identificadas como toros o verracos (cerdos sementales) datan del siglo II a.C.,
durante la Edad de Hierro; son muchas las teorías sobre la función de estas figuras,
una de ellas es la cree que sería como protección a la ganadería, tan
importante en la subsistencia de la época.
Dada por finalizada la visita a
este lugar lleno de historia, sólo nos resta la vuelta a la gran ciudad.
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