desconfiadas de lo que ya son.
El caso es que con la moral alta recorro los 130km que separan mi casa del punto elegido, una espectacular zona castellana que me recibe con las primeras luces del día y un fresquito que con el transcurso del día se convertirá en un calor sofocante.
Me cargo todo a las espaldas, mochila
con el equipo, el hide, silla, redes de ocultación, las carcasas de pollo para el cebo…., me faltan
manos y espaldas; calculo que más o menos unos 15 kilos que tengo que acarrear
por la lastra, más de un kilómetro me separa desde donde dejo el coche hasta el
punto elegido para montar el escondite, en el trayecto el perfil de un búho
real se dibuja con las luces del amanecer, según me acerco a su posadero se
mueve más inquieto, a tan solo unos pasos de él levanta el vuelo, su cuerpo
robusto se aleja casi a ras del suelo y sin emitir el más mínimo ruido; unos
cientos de metros más arriba, ya casi llegando a mi destino, mi presencia
altera a tres corzos que abandonan a la carrera el lugar donde tranquilamente
pacían, se paran, me observan por unos instantes y vuelven a brincar entre las
aulagas en busca de un espacio más tranquilo, lejos de la siempre incómoda
presencia humana.
Llego al lugar, los posaderos que
coloqué en su día siguen en su sitio, no quedan restos de carne de la última
ceba, buena señal, se han comido todo y se pueden apreciar excrementos en los
posaderos, no me entretengo, cada vez hay más luz, rápidamente dispongo todo,
monto el hide, el trípode con la cámara y el objetivo, lo camuflo todo lo mejor que puedo, esparzo
el pollo al pie del posadero, no son aun las 7:00 cuando ya estoy sentado y con
una buena dosis de esperanza me dispongo a pasar unas cuantas horas en poco más
de un metro cuadrado a la espera de la llegada, la luz todavía no es buena,
configuro los parámetros de la cámara y me pongo a desayunar un poco, se agradece
el café a estas horas.
Da gusto poder disfrutar del
campo en pleno silencio roto tan sólo por el cantar de la perdiz o el más
lejano y melancólico “bub, bub, bub” de la abubilla, las grajillas también se
dejan sentir con su típico piar más agudo y escandaloso; la vista que tengo no
es muy amplia, tan sólo puedo ver desde el ventanuco del escondite o a través
del visor de la cámara que le tengo enfocado hacia uno de los posaderos, el que
intuyo sería el primero en ser tomado por la tan deseada visita, el suelo está tapizado de
florecillas de todo tipo, rojas, amarillas, blancas, moradas…, la hierba está
muy crecida como consecuencia de la primavera lluviosa que hemos tenido.
Con la salida del sol se inunda
todo de una suave luz, pienso que si se posaran ahora….la foto sería la
deseada, el ave entre la hierba, con las flores al fondo desenfocadas, dándole
un toque de color….pero el momento es efímero, todo lo contrario a mis deseos,
lo que si llega con los primeros rayos del sol es una frenética actividad de
insectos, hasta el momento estaba todo dormido, con el calorcillo parecen
despertar, el silencio es roto por un sinfín de zumbidos de vuelos de, alguno
se me cuela dentro, orugas, moscas, mariposas, arañas, avispillas….paso el
tiempo viendo como una curruca se da un atracón con todos ellos entre arbusto y
arbusto, la tengo a pocos centímetros de mí, puedo observar su nerviosismo y
como va de rama en rama picoteando todo pequeño bicho que se cruza en su camino…
Cada cierto tiempo me asomo por
las ventanas del hide tratando de vislumbrar el vuelo de alguna rapaz pero el
cielo se ve limpio, demasiado limpio, sin las típicas siluetas el vuelo de las
rapaces, entre sorbo de café y lectura van pasando las horas sin recibir
ninguna de las visitas que tanto deseo, los ánimos comienzan a enfriarse, es el
momento que comienzas a plantearte si merece la pena este esfuerzo cuando un
fuerte graznido me saca de mis desesperanza, con cuidado me asomo y veo un gran
cuervo cerca de mi posición, su profundo «grrac-grrac-grrac» inunda todo, sé que es una ave extremadamente desconfiada y
que a su vez sirve de llamada a otras
aves, apenas me muevo para no asustar a mi negro visitante, lo que más me llama
la atención es su robusto pico y su tamaño, entre graznido y graznido se toma
su tiempo hasta acercarse al primer posadero, le dejo que se confíe un poco y
le saco una primera foto, con el “click” de la cámara el cuervo se pone en
alerta, tras unos segundos vuelve con su fuerte graznido para salir volando
instantes después, primer fallo, me podía a ver quedado quietecito …esas ansias
por tener una foto….
Me veo nuevamente sólo con la
compañía de mis amigos los insectos, especialmente las típulas, esa especie de
mosquitos gigantes que por suerte son totalmente inofensivos pero que intimidan
un poco dado su tamaño, a los pocos minutos nuevamente oigo los graznidos del
cuervo y nuevamente se me posa al lado, se repite la historia, el ave está
inquieta, desconfiada, esta vez decido
no hacer foto no me muevo dentro del
hide, confío en que se acerque al pollo y comience a comer pero no hay suerte,
sin motivo aparente vuelve a levantar el vuelo alejándose con su poderoso
graznido para no dejarse ver más, con la tontería ya han pasado unas cuantas
horas, son las 11:30, la luz ya es muy fuerte y mis ánimos y mi moral por los
suelos, decido aguantar media hora más aun sabiendo que “está todo el pescado
vendido”, voy recogiendo desde dentro las cosas para salir un poco antes de las
12 de la mañana, tras cinco horas sentado puedo estirar las piernas, un pequeño
paseo para disfrutar del lugar y de la primavera en tierras de la vieja
Castilla, eso sí bajo un sol de justicia que nos va anunciando la llegada del
verano, toca recoger todo y emprender el regreso a casa con un sentimiento de
fracaso considerable.
En el viaje de vuelta dos
cuestiones me asaltan, la primera si merece la pena tanto sacrificio para nada,
bien es cierto que para el que le gusta tiene su encanto, el preparar todo, el
disfrutar del campo, la “tensión” por si aparece el ave, en definitiva la
ilusión de conseguir algo; y eso sin tener en cuenta la coña de familiares y
amigos que te miran algo raro cuando les cuentas (a saber lo que piensan y no
te dicen…) pero llego a la conclusión que sí ha merecido la pena, la tarjeta
viene vacía de fotos pero he disfrutado pasando un buen rato en plena
naturaleza en un paraje en el que me encanta;
la segunda cuestión y más preocupante, ¿cómo puede ser posible que tras
muchas horas en la zona, no sólo el día en cuestión, también las múltiples visitas para ir a cebar y preparar
todo, apenas haya visto rapaces tratándose de una zona donde hace unos años, no
tantos, en cada recoveco o en cada copa de un árbol había un nido?
Milanos, ratoneros, cernícalos,
calzadas, culebreras, cenizos, alcotanes, la gran real….no era nada raro ver su
elegante vuelo mientras oteaban estos parajes desde las alturas, hoy, por
desgracia, cada vez se hace más difícil y extraño contemplar esas escenas.
Esta vez, y por motivos obvios no
hay foto…, ya me hubiese gustado!!!!, pero habrá que seguir intentándolo, de
todas formas esta historia no es excepcional, es lo más común cuando de
fotografiar fauna se trata, las magníficas imágenes que se pueden ver en las
múltiples galerías de internet llevan un grandísimo trabajo, tiempo y
dedicación, para ellos toda mi admiración….y mi sana envidia….
Y perdón por la parrafada, pero con alguien me tenía que desahogar...
Cuanto siento que no consiguieras la foto deseada, se que lo conseguirás y si te soy sincero, una foto me hubiera gustado mucho. Lo que si que has logrado ha sido formar en mi mente una imagen que bien vale este relato; leyendo estas líneas por un instante he podido oler ese campo al amanecer y oír la naturaleza en su pleno esplendor.
ResponderEliminarMuchas gracias Javier.
Buen relato Javier. Según lo iba leyendo me sentía totalmente dentro de la situación que viviste y de los pasos que diste para tener todo a punto. Tambien imagino como es la espera... como van pasando los minutos y no aparece ave alguna.... y todas las ideas que te pasan por la cabeza en ese largo rato....
ResponderEliminarEn algún momento encontrarás la recompensa.
Saludos.
Pues aunque esta vez no ha habido foto con el relato ha sido suficiente. Nos has hecho, con tu descripción, una buena fotografía de varias horas de exposición. Otra vez será, ya sabes lo que dice el refrán: el que la sigue...
ResponderEliminarSaludos.