Según estoy
preparando esta entrada escucho por la radio la noticia de las explosiones en
el Maratón de Boston, me gustaría que sirviera esta reseña como un pequeño
homenaje a las víctimas y familiares de tan vil acción y mi deseo que nunca más
se vuelvan a producir hechos similares.
Tras toda mi vida
dándole a los pedales tratando de emular al gran “Perico Delgado” y disfrutando
del que para mí y a pesar de los pesares, es el deporte más bello y sufrido,
por diversas causas que básicamente se pueden resumir en falta de tiempo y el
peligro de la carretera he dejado un poco de lado la práctica del ciclismo al
tiempo que he descubierto la no menos placentera e igual de dura actividad de poner
primero un pie y luego el otro a un cierto ritmo y velocidad y echarme a correr
sin motivo alguno, sólo correr por el placer de correr.
Todo empezó cuando
por la necesidad de seguir haciendo deporte me dio un día por calzarme unas
zapatillas, pantalón corto y camiseta y salir al parque más cercano a mi casa, aunque
los comienzos están siendo duros en forma de lesiones y dolor de piernas, lo
que al parecer le pasa a todo el mundo aunque yo crea que sólo me ocurre a mí,
poco a poco las distancias y los tiempos de entrenamiento van aumentado y con
ello las buenas sensaciones.
Se trata de pasar
un rato al día haciendo deporte, la mayor de las veces de manera individual, con tus pensamientos, con “tus historias”,
mientras vas recorriendo una vereda, un camino o una carretera, que también el
asfalto tiene su encanto, disfrutando del aire libre, notando el aire fresco de
la mañana o sufriendo una ligera lluvia mientras vas devorando kilómetros.
A
pesar de ser un deporte individual también te permite conocer gente, hacer
equipo, como el que formamos los martes al anochecer un grupo que al principio éramos
unos desconocidos y que con unos pocos entrenamientos nos hemos convertido en compañeros,
compartiendo más de una hora de entrenamientos entre charlas, risas y también,
claro está, sufrimiento, los Dehesa Running Team, que de la mano de Miguel
Angel, “el jefe”, hemos formado un grupito majo de entrenos.
Para dentro de unos
pocos días haré mi debut en las carreras populares, serán tan sólo 10.000
metros, que espero no sean los últimos, y por qué no, con el paso del tiempo
llegar a la mítica distancia de los 42.195 metros que ya recorriera Filípides
hace un tiempo, pasando antes por los 21.000, que tan poco hay prisa.
Dicen que correr es
de cobardes….pues poco a poco cada vez me estoy haciendo más cobarde.
Las fotos que
acompañan esta entrada pertenecen al reciente Medio Maratón de Madrid, que se
corrió el pasado 7 de abril, más de 20.000 personas se echaron a la calle a patear
el asfalto de la capital, si los primeros atletas me causaron admiración por el
alto ritmo que llevaban, más admiración me causaron los últimos, hombres y mujeres,
algunos ya en su tercera juventud que fueron capaces de terminar la distancia sin importarles el tiempo empleado, algunos pocos arrastrando los pies, avanzando con zancadas cortas pero con igual decisión que los primeros, otros entrados en kilos, la mayoría con la cara congestionada por el esfuerzo, pero todos con la misma firmeza y propósito, llegar a la línea de meta, sin mayor pretensión que finalizar la prueba, sólo con calzarse
unas zapatillas y echarse a la calle a correr ya tienen toda mi admiración, respeto y aplauso.
Cada metro de camino que va quedando a mis espaldas no existe; es
tierra estéril.
Cada zancada ejecutada, cada jadeo exhalado, es pólvora quemada.
Cada gota de sudor derramada es
pasado baldío.
Solo el camino por recorrer
existe; solo el sudor por derramar me atañe,
únicamente me incumbe la zancada
por efectuar, el jadeo por exhalar.
Solo aquel punto lejano y
solitario indicando el camino del cielo,
la dirección de la gloria, solo
la cumbre, joder, solo la cumbre me importa.
Si tuviera piernas, pensaría que
me van a fallar en cualquier momento;
de tener corazón, temería verlo
estallar inminentemente.
Pero no tengo piernas, sino dos
émbolos insensibles al dolor y al agotamiento;
no tengo corazón, sino un motor indiferente al sufrimiento.
El sudor es el llanto del cuerpo. Y mi cuerpo llora.
[…]
Es la hora de vencer o morir.
Extracto del libro:
CON LOS PIES EN LA SIERRA: DIARIO DE UN
CORREDOR DE MONTAÑA
RAUL GARCIA CASTAN,
XPLORA, 2013
Me ha venido a la mente la canción de Revólver al leer el título, me gusta. Yo creo que un mejor corredor, no es una persona incansable, que tarda menos tiempo en llegar, no es aquél que olvida a sus compañeros de carrera. Doy mérito a ese corredor que sencillamente corre con lo que puede, con lo que tiene y con lo que es. Aquél que como bien dices simplemente avanza con una meta concreta:LLEGAR.Espero que tu asiduidad, y esfuerzo personal,te ofrezca un buen resultado en tu debut maratoniano.No existe nada imposible para una mente decidida como la tuya y si coincides con esos dos de la foto que ambos conocemos..que no te imtimiden por su ya casi profesionalidad..jajajaja. Un abrazo.
ResponderEliminar