Con la idea de fotografiar a los
milanos reales y tras unas cuantas semanas preparando el terreno: escondite,
posaderos, cebar a las aves todas las semanas
para que se vayan acostumbrando…, por fin llega el día D, el despertador
suena pronto, ya la noche anterior estaba todo preparado, equipo, comida para
la ceba, comida para mí y el termo preparado que la jornada se presenta fría y
un té calentito es un buen reconstituyente.
Todavía de noche comienzo a andar
cargado con todo, un “paseo” de cerca de dos kilómetros por un bello paraje,
una pequeña cárcava donde reina el silencio, tan sólo roto por algún pajarillo
que comienza temprano con sus cantos, el frío es intenso pero con la caminata
no se nota tanto, ya en mi mente se van formando las posibles fotografías que
me gustaría hacer….
Al llegar al aguardo comienza a
clarear el día, y la naturaleza me regala un hermosísimo amanecer, el cielo se
tiñe de rojos y naranjas, no tengo mucho tiempo para contemplarlo quiero entrar
al escondite antes de que sea de día, esparzo la comida entre los posaderos,
preparo la cámara en el trípode y me dispongo a pasar unas cuantas horas a la
espera de “mis presas”.
A poco menos de una hora recibo
la primera visita, un estupendo ejemplar de zorro se dirige hacia mí, sin duda atraído
por la carne que sirve de cebo a las rapaces y por alguna “delicia” que
previamente le he colocado, su fino olfato le ha atraído hacia donde me
encuentro, pero ese mismo fino olfato le anuncia mi presencia y a escasos 50m
se da la vuelta y sale huyendo, me quedo con las ganas de hacerle una buena
foto al raposo, con las ganas que le tengo de fotografiarle…, pero ese instinto
de supervivencia que ha adquirido en
estas tierras donde se le persigue sin piedad le ha puesto en alerta y
prudentemente ha optado por la huida, el miedo ha podido más que el hambre. Ya
su presencia ha merecido la pena el madrugón.
No pasa mucho tiempo de la visita
del zorro cuando comienzo a oír a los milanos con su característico
“ckiiiiaaaak”, me asomo por el ventanuco de mi aguardo y veo su inconfundible
silueta recortada sobre un cielo que comienza a abrirse de las nubes que amenazaban
lluvia o nieve a primera hora del día, no tardan en comenzar sus picados sobre
la carne, vertiginosamente se lanzan en picados sobre el suelo, agarran una
pieza de carne en vuelo y salen volando
para posarse en las peñas que tengo frente a mí, estos lances se repiten una y
otra vez pero no llegan a posarse, poco a poco se van desvaneciendo en mi
cabeza la foto que tenía del ave en su posadero.
También hacen su presencia las
urracas y los córvidos, que tímidamente se acercan a la comida para hacerse con
un pequeño trozo de carne y huir volando con él en el pico para dar buena
cuenta del manjar en lugar más seguro. Entre unos y otros paso un buen rato,
aunque fotos pocas, el gran objetivo, el milano real, no está por la labor de
posarse, y sin posado no hay foto.
Un potente batir de alas me
despierta de mi pesimismo, me asomo y un buen ejemplar de buitre leonado se
posa a pocos metros de la comida, desconfiado como pocos, se asegura antes que no hay peligro en los
alrededores, su cabeza se mueve en todas direcciones evaluando los posibles
peligros, permanezco quieto en mi escondite, a pequeños y torpes saltos se va
acercando a la comida para darse un buen festín, un nuevo ejemplar hace acto de
presencia, seguramente se tratan de
jóvenes errantes que han abandonado su colonia, los milanos, pese a la
presencia de estos dos gigantes no renuncian a su parte de comida, con increíbles
malabarismos aéreos se lanzan a por la comida, esquivando a los leonados, que no parece importarles mucho
su presencia, en pocos minutos acabarán
con toda la comida y con ello mi sesión.
Acabado el festín, los buitres
abandonan torpemente la zona, con pesados saltos avanzan por la ladera, se
apuestan en unos salientes rocosos y allí se quedan un buen rato para hacer su
digestión.
Y los milanos a lo suyo, ni
siquiera la presencia de otro comensal, un busardo ratonero que acude a por las
sobras que han dejado los buitres es suficiente aliciente para que se posen y
así poder deleitarme con la ansiada fotografía. Pero el ratonero tampoco está
por la labor y tras un breve posado sale volando…
…con la retirada del último
visitante abandono el aguardo, recojo todo y me dispongo a desandar el camino
que a primera hora de la mañana había recorrido, pero esta vez bajo un tibio
sol que hace más llevadero el paseo, todavía tendré tiempo de ver a unos
cuantos corzos pastar por las tierras sembradas de cereal y que ante mi
presencia salen huyendo con grandes saltos.
No se han cumplido mis expectativas
de fotografiar al milano y al zorro, mis dos grandes objetivos, se han dejado
ver pero no retratar, pero he pasado una buena mañana pudiendo observar parte
de la fauna de la zona, habrá que repetirlo.
Solamente leyendo tu texto, creo que merece la pena ese momento crítico, cuando aparece ese animalillo. Te imagino como notas que tus pulsaciones suben a mil y todas tus sensaciones cambian, el frio, el calor, el hambre, el cansancio..seguro que desaparecen.
ResponderEliminarTú, separado por un simple trozo de telilla camuflada,y esas aves revoloteando la comida, viviendo un momento del que solamente tú eres partícipe junto con ellos.
Muy interesante tu experiencia, muy bien expuesta. Ya casi eres un auténtico paparazzi, de la naturaleza y de esos ejemplares que nos muestras, dignos de ver así de cerca.
Un beso.
Algunas veces me pregunto qué es lo que engancha más, si llevarte una foto a casa o todas las sensaciones vividas en la naturaleza buscando esas imágenes que se forman en nuestra mente y que anhelamos realizar. Me temo que nunca las realizaremos. Lo que deseo es que todas las sensaciones formen esa imagen y que ese esfuerzo por conseguirla nos mantenga despiertos, habiendo siempre algo que plasmar.
ResponderEliminarBonita jornada, gracias por compartirla con nosotros y felicidades por las fotos. Me imagino que el ratonero te produjo un gran alegrón y te habrá motivado para intentarlo otra vez.
Un saludo.